jueves, 12 de enero de 2012

Paz, amor, LSD y reinvención de la raiz

En el último lustro de la década de los 60, la juventud de clase media estadounidense entra en masa en la Universidad, vive en las calles gritando contra la guerra de Vietnam, y en favor de los Derechos Civiles de los negros: la búsqueda de la convivencia universal, del conocimiento, y de la introspección espiritual viene favorecida por el uso de drogas psicodélicas como el LSD, destinadas a crear en el individuo nuevas interpretaciones de la realidad. El movimiento Hippie pregona la paz y el amor, orientándose hacia el espiritualismo oriental como forma de crítica al materialismo de lo occidental, de la cultura paterna, con la que mantendrá un grave conflicto generacional. Por otro lado, la juventud blanca interpreta el consumo de Blues como una forma de reconocer el peso de lo negro sobre el magma cultural estadounidense.
Es en este contexto socio-cultural donde los festivales de masas (algunos reunen a 500000 personas) como los celebrados en la Isla de Wight, Altamont, Monterrey o Woodstock parecen más bien ceremoniales rituales en donde se canta a la juventud y a la experimentación.




Jimi Hendrix en Woodstock '69 versionando el himno estadounidense: era necesaria una reinvención de la nación.



Al margen de los intentos por construir una sociedad mejor, sostenida sobre los sentimientos y no sobre el poder del dinero, lo cierto es que se genera una nueva forma de idolatría de la que se lucra la emergente industria cultural: los nuevos popes, poseedores de la verdad absoluta, son Timothy Leary, Marcuse, o Sartre, mientras que en el campo musical las referencias son Dylan o Hendrix. Son los iconos de una "Contracultura" que generará grandes campañas de márketing y una nueva forma de consumismo juvenil.

Los Angeles, y en mayor medida, la bahía de San Francisco (San Francisco Bay Area), capital de California, serán los centros de operaciones donde, una vez más, el Blues se reinventará de mano de grupos como los Doors (referencia a las "psicodélicas" puertas de la percepción de Aldous Huxley) o Carlos Santana, que imprime el son latino a los doce compases tradicionales, valiéndose de una sección percusiva cuyo origen habría que establecer en la emigración puertoricense y cubana. Los Creedance Clearwater Revival proponen una vuelta al Sur y una aproximación al Country, Janis Joplin se convierte en la nueva diva de la vertiente más Soul, apoderándose de la mejor tradición (Big Mama, Bessie Smith...); Mientras Grateful Dead y Jefferson Airplane convierten su adicción al ácido en elaborada música de ensueño (Acid Rock), Ten Years After y Canned Heat defienden la esencia.





"She smells so nice", tema inédito de los Doors, incluido en su último álbum, L.A Woman (1971), donde un ebrio y decadente Jim Morrison rinde su original tributo al sonido de Chicago.








Grateful Dead, grandes exponentes del Rock Psicodélico, intepretando uno de sus himnos, "Truckin'", en 1972.

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